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El invierno se acerca a pasos agigantados y trae consigo las bajas temperaturas y las ganas de empezar a encender la calefacción. Eso sí, la puesta en marcha de radiadores, calderas y chimeneas después de 6 meses detenidos, no debe ser tomada a la ligera. Primero hay que realizarles un buen mantenimiento, de lo contrario, el sistema de calefacción puede presentar un riesgo para los habitantes de la vivienda y del inmueble cuando se encienda nuevamente. Efectivamente, los sistemas de calefacción que no reciben los cuidados necesarios son responsables, cada año, de la intoxicación por monóxido de carbono de 3000 personas y de 1500 heridos en incendios domésticos. En esta guía detallamos los pasos que debes seguir para volver a hacer funcionar los radiadores, la caldera y la chimenea de forma segura.
El mantenimiento de las calderas de gas es obligatorio, independientemente de cuántos años tenga. Debe efectuarse, al menos, una vez al año, preferentemente, antes de volver a ponerla en funcionamiento al inicio del invierno. Lo mejor es contratar el servicio de mantenimiento de calderas de una empresa especializada certificada. Existen muchas opciones y algunas de ellas ofrecen dos revisiones al año. En el mantenimiento se limpia la caldera, se mide el nivel de monóxido de carbono (si es muy alto, es peligroso para los habitantes) y se reemplazan las piezas defectuosas. Al final del servicio, el usuario recibe un certificado de mantenimiento. Aunque el mantenimiento anual de la caldera pueda parecer un gasto superfluo a simple vista, en realidad permite prolongar la vida útil del artefacto y ahorrar a largo plazo (sin mencionar que reduce los riesgos para la seguridad y la salud de los habitantes).
En cuanto a las calderas de gas, la elección de un buen proveedor y de un contrato conveniente también permite ahorrar. En Francia, a pesar de que el mercado de la energía se haya abierto a la competencia, muchas familias no han cambiado aún de proveedor. Éstas podrían ver una disminución considerable en el total de su factura de gas si se inclinaran por proveedores alternativos, como Direct Energie, que propone precios más bajos, que la tarifa establecida por Engie (antiguo GDF). Otra solución es conectar la calefacción a un termostato.
Es importante controlar la presión del agua del circuito de calefacción antes de volver a encenderlo para así evitar fallos y averías que pueden surgir cuando la presión es demasiado baja o demasiado alta. El manómetro, situado sobre la caldera o cerca de las válvulas de llenado, es el encargado de controlar la presión. Simplemente, hay que comprobar que la aguja de la esfera se encuentre en la zona verde, entre 1 y 1,5 bar. Generalmente, no es difícil detectar los fallos en un circuito de calefacción y la urgencia con la que debe intervenir un técnico es variable. Las variaciones de la presión en el transcurso del año deben ser mínimas. Una variación superior a 0,3 bar nos indica que algo está fallando y que es necesario que un técnico revise el sistema en las próximas semanas, pero la calefacción se puede seguir utilizando mientras se espera al técnico. En cambio, si la presión pasa a la zona roja y sigue aumentando progresivamente, se trata de un fallo grave que necesita ser reparado de inmediato. En este caso, se debe cortar el circuito de calefacción hasta que el problema se resuelva, de lo contrario, la válvula de seguridad de la caldera puede activarse y provocar un vaciado automático de agua.
Es necesario purgar los radiadores de agua caliente una vez al año, antes de poner en marcha la calefacción al final del otoño. La purga permite eliminar el aire que en ocasiones entra en los circuitos de los radiadores (que deberían contener solo agua) y que altera su buen funcionamiento: un radiador de agua con aire en su interior calienta mucho menos, especialmente, en su parte superior. Si hay aire, el radiador produce ruidos que no existen cuando funciona correctamente.
Existen dos formas de realizar la purga: automáticamente, si el radiador es lo suficientemente reciente como para contar con un purgador automático, o manualmente. Para purgar el radiador uno mismo, primero hay que desatornillar un cuarto de vuelta el tornillo de la purga usando una llave (generalmente, el tornillo de la purga se encuentra en uno de los extremos del radiador, en el lado opuesto de la llave que regula la temperatura). Entonces, oiremos el aire salir, produciendo un leve silbido. Después de unos segundos, veremos algunas gotas de agua salir del purgador. Cuando el agua empiece a correr en un hilo continuo, volveremos a atornillar el tornillo de la purga, apretándolo con la mano.
Los radiadores y los convectores eléctricos requieren menos cuidados: no hay que purgarlos, solo hay que quitarles el polvo de las entradas y las salidas de aire de vez en cuando. Basta con pasar un trapo seco o húmedo. De este modo, el aire se propagará mejor y se evitará el olor a quemado. Pero si la calefacción no está calentando o parece estar funcionando mal, lo mejor es llamar rápidamente a un profesional. Además, se recomienda que un profesional revise el interior de los radiadores eléctricos cada cinco años.
Actualmente, la mayoría de las viviendas nuevas poseen radiadores eléctricos: son más baratos, fáciles y rápidos de instalar, y los usuarios no tienen que depender de las variaciones del precio de las energías fósiles. En Francia, quienes desean cambiar sus radiadores por unos más nuevos, pueden recibir la ayuda para la renovación energética de EDF, cuyo objetivo es contribuir a que los particulares mejoren el rendimiento energético de sus hogares. Para conocer en detalle los servicios propuestos por los proveedores franceses, basta con contactar EDF.
Una chimenea mal mantenida puede representar una verdadera amenaza para los habitantes de la vivienda: riesgos de incendio, intoxicación por humo o monóxido de carbono, etc. El riesgo de accidentes es alto y debe tratarse con seriedad. Cuando las temperaturas bajan y los días se hacen más cortos al inicio del invierno, es importante deshollinar la chimenea antes de volver a usarla. La limpieza anual suele ser obligatoria, aunque la chimenea no se utilice. Esta operación debe ser efectuada por un profesional que pueda entregar un certificado de limpieza, ya que éste puede ser presentado a la compañía de seguros en caso de incendio, para así obtener la mayor cobertura posible.