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El monóxido de carbono es venenoso, inodoro, incoloro, no irritante y potencialmente letal. Al ser más pesado que el aire, se mezcla con él y las personas que estén expuestas a él, es posible que no se perciban de su presencia hasta que sientan los primeros síntomas. Al ser imposible de ver, oler, o notar (es incoloro, inodoro e insípido) sin un aparato adecuado, cada año es el causante de miles de intoxicaciones, algunas de ellas, con resultado de muerte, cuyo número ha aumentado en los últimos años.
Para comprender la intoxicación por monóxido de carbono, hay que empezar por conocer la naturaleza de este gas. El monóxido de carbono es una molécula también llamada CO, ya que está compuesto por un átomo de carbono y un átomo de oxígeno. Suele estar en estado gaseoso, lo que hace que también se le conozca como “el asesino silencioso», ya que este gas nocivo provoca la muerte de los seres vivos sin emitir ninguna señal de su presencia.
El monóxido de carbono se produce sobre todo cuando algún aparato de combustión (calefacción, madera, petróleo, fueloil, gas, etc.) o electrodoméstico funciona mal (combustión incompleta) por estar obsoleto, tener el canal de drenaje bloqueado, o por uso inadecuado.
La inhalación de monóxido de carbono provoca una intoxicación que a su vez provoca problemas de salud duraderos en los sistemas vascular y pulmonar, a corto y medio plazo.
Existen varios métodos para reducir los riesgos asociados al CO: en primer lugar, es importante informarse bien de cuáles son los riesgos y los síntomas de alerta, comprobar regularmente el buen estado de los conductos de evacuación de gases e instalar un detector de monóxido de carbono en todas las habitaciones en las que haya un aparato de combustión.
El monóxido de carbono es conocido desde hace mucho tiempo por su nocividad, aunque no todos los hogares están equipados para protegerse de sus efectos dañinos. De ahí los miles de casos de intoxicaciones por monóxido de carbono que se producen cada año.
Solo unos minutos después de la exposición al monóxido de carbono, aparecen los primeros síntomas. Este gas causa una intoxicación por asfixia, que es diferente del envenenamiento, por ejemplo.
Entre los síntomas recurrentes que alertan de una posible intoxicación por monóxido de carbono, podemos citar: dolores de cabeza, dolores de estómago, alteraciones visuales y respiratorias, mareos, e incluso desmayos, que pueden provocar la muerte en menos de una hora.
Una señal inequívoca de que estamos respirando monóxido de carbono es que se dejan de sentir los síntomas al salir de la habitación, pero se vuelven a sentir en cuanto se regresa al lugar.
Si nos encontramos en una habitación mal ventilada porque hace frío afuera, con aparatos de calefacción (especialmente los radiadores portátiles o las estufas de gas) funcionando a plena potencia y empezamos a experimentar estos síntomas, es posible que estén relacionados con la presencia de monóxido de carbono.
Cuando varios de estos síntomas se desencadenen simultáneamente y creamos estar sufriendo un envenenamiento por monóxido de carbono, hay que salir de inmediato al aire libre y llamar al 112, o a cualquier otro teléfono de los servicios de urgencia. Es muy probable que estemos siendo víctimas de la exposición al CO, lo que puede derivar en un grave envenenamiento. Puede que incluso tengamos que recibir atención médica: ¡no hay ni un minuto que perder!
Los rastros de humedad pueden ser otro signo de la presencia de CO. La presencia inusual de condensación en ventanas o muebles puede ser un indicio de la concentración de monóxido de carbono. En este caso, la atmósfera de la habitación es un indicio y la presión, un indicador.
La presencia de humedad, rara vez quiere decir que sea consecuencia de una emisión de CO, aunque a veces, puede ser un indicador. Si a esto le añadimos los síntomas de salud anteriormente citados, entonces es cuando debemos preocuparnos. Es posible que la intoxicación por monóxido de carbono no esté muy lejos de producirse si alguno de los aparatos de calefacción no está funcionando bien.
También hay señales luminosas que pueden ayudarnos a detectar la presencia de monóxido de carbono. Hay que vigilar la llama piloto de la estufa de gas, calentador u otros aparatos de combustión: si se apaga con frecuencia, brilla de forma extraña o se debilita, la causa puede ser el monóxido de carbono.
Una vez más, esta no es una señal explícita de presencia de monóxido y puede haber diferentes explicaciones, pero al igual que con la humedad, hay que prestar atención a los indicios.
Al igual que los detectores de humo son el mejor sistema de protección contra incendios en el hogar, los detectores de CO son posiblemente el mejor sistema para prevenir las intoxicaciones de monóxido de carbono por inhalación, y detectar rápidamente una emanación de este peligroso gas. Como suele ocurrir, tanto en los casos de intoxicación como en los de enfermedad, el mejor remedio es la prevención.
Cada vez más personas utilizan estos detectores de monóxido para mejorar la seguridad en su vivienda. Podemos encontrarlos en la mayoría de las tiendas de bricolaje o accesorios para el hogar, o en Internet. Este producto se vende a un precio muy asequible, desde unos diez euros.
Los detectores son dispositivos en forma de cajetín en cuyo interior hay un sensor de monóxido de carbono. Una reacción genera una corriente eléctrica que a su vez activa una alarma sonora en cuanto detecta que se ha sobrepasado el nivel de monóxido de carbono en la estancia.
Este dispositivo, colocado en todas las habitaciones en las que haya aparatos de combustión, es muy eficiente y permite tomar conciencia de la presencia de CO mucho antes de que se sientan los primeros síntomas de intoxicación por monóxido de carbono.
Para que sea operativo, el detector de monóxido de carbono debe estar fijado en el lugar correcto para que pueda analizar continuamente el aire ambiental y detectar la más mínima presencia de gas. Debe estar colocado en una de las paredes de la habitación en la que se encuentre el aparato de combustión, a una distancia de entre 1 y 3 metros del mismo, y a la altura de los ojos en horizontal. No es necesario que sea instalado por un profesional: basta con seguir unas instrucciones muy básicas.
Un último consejo importante: nunca se debe obstruir los lugares de ventilación de una habitación, especialmente si está cerca de posibles fuentes de monóxido de carbono.
Aunque la colocación de detectores de monóxido de carbono no es obligatoria, sí es muy recomendable ya que representa la mejor protección frente a los peligros de las altas concentraciones de ppm de CO en el ambiente. Es una garantía de tranquilidad ya que alerta a la víctima en cuanto detecta la más mínima presencia de monóxido. Incluso, aunque en nuestra casa no haya ningún aparato de combustión, también podríamos sufrir intoxicación a causa de las emanaciones provocadas por los aparatos de alguna casa vecina (chimenea, caldera de gas o carbón…), especialmente si vivimos en un inmueble de pisos.
Seguridad
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